¿Qué son los desiertos alimentarios?
En algunas ocasiones os hemos hablado del food desert (desierto de alimentos), por ejemplo en el estudio realizado por investigadores de la Universidad de Illinois (Estados Unidos), donde se apuntaba que los supermercados eran y son la principal fuente de comida basura o junk food. El caso es que retomamos el tema y ampliamos la información sobre lo que son los desiertos alimentarios, a raíz de la lectura del nuevo informe Estado Mundial de la Agricultura y la Alimentación 2024 (SOFA 2024) elaborado por la FAO.
Los desiertos alimentarios son zonas geográficas donde el acceso a los alimentos frescos, saludables y nutritivos es muy limitado o prácticamente inexistente, a pesar de que pueden estar rodeadas por áreas que cuentan con una oferta abundante de productos procesados poco saludables. Este fenómeno afecta principalmente a las comunidades urbanas y rurales de bajos recursos económicos, teniendo profundas implicaciones para la salud de los habitantes de esas zonas geográficas.
Causas y características de los desiertos alimentarios
Una de las causas principales de los desiertos alimentarios es la desigualdad económica y social, y es que en la mayoría de ocasiones, las personas que viven en estos lugares tienen dificultades económicas que les impiden acceder a los alimentos frescos, que suelen ser más caros en comparación con los alimentos procesados y ultraprocesados. En estos desiertos alimentarios las grandes cadenas de supermercados que comercializan productos frescos y saludables no están presentes, por el contrario, las comunidades dependen de pequeñas tiendas de conveniencia o bodegas que en raras ocasiones ofrecen alimentos frescos, y cuando lo hacen, es de forma limitada, con precios elevados y con mala calidad. Pero sí se encuentran en abundancia los productos enlatados, procesados y ultraprocesados que son económicos, accesibles y no favorecen la dieta saludable.
Pero el fenómeno de los desiertos alimentarios no se limita únicamente a la falta de alimentos frescos, también a la falta de información sobre nutrición y dietas saludables. En muchas de estas zonas las campañas de educación alimentaria son escasas o inexistentes, lo que deriva en una perpetuidad de los patrones de consumo poco saludables, limitando las oportunidades de mejorarlos. Si citamos factores que contribuyen a la formación de los desiertos alimentarios, uno de los principales es la desigualdad estructural, y tomando como ejemplo países como Estados Unidos, se debe citar el fenómeno del redlining, una práctica discriminatoria introducida en los años 30, donde en determinadas zonas geográficas y especialmente donde predominaban las comunidades negras e inmigrantes, eran marcadas en rojo en los mapas.
Qué es el redlining
Esta clasificación significaba que eran de “alto riesgo», lo que dificultaba que sus habitantes pudieran acceder a préstamos hipotecarios y otros servicios financieros. A largo plazo, este fenómeno derivó en una desinversión económica en estas comunidades señaladas, lo que también llevó a la falta de acceso a los servicios esenciales como los supermercados, los centros de salud y las escuelas. Consecuencia de todo ello, los desiertos alimentarios se convirtieron en un efecto visible y duradero de políticas discriminatorias de antaño. Según algunos estudios realizados por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), aquellas comunidades que sufren los efectos del redlining, todavía se enfrentan a tasas elevadas de enfermedades relacionadas con la calidad de la dieta.
El impacto más grave de los desiertos alimentarios es el aumento de enfermedades crónicas relacionadas con la dieta, como la obesidad, la diabetes tipo 2, la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares. La falta de acceso a los alimentos frescos y la alta disponibilidad de productos procesados y ultraprocesados ricos en grasas saturadas, azúcar y sal, son factores clave en este fenómeno. Los estudios muestran que las personas que viven en áreas con desiertos alimentarios, tienen un mayor riesgo de desarrollar estos problemas de salud que afectan a la calidad de vida e incrementan la carga económica en los sistemas de salud.
Ayer hablábamos de la FAO y concretamente de su informe Estado Mundial de la Agricultura y la Alimentación 2024 (SOFA 2024), donde se menciona que los patrones de consumo poco saludables que están exacerbados por la falta del acceso a alimentos frescos, son responsables de una gran parte de los costes ocultos de los sistemas agroalimentarios. Estos costes que incluyen los gastos médicos por enfermedades crónicas, son un desafío significativo tanto para las personas como para los sistemas de salud pública.
Impacto de los desiertos alimentarios en las comunidades rurales y urbanas
Los desiertos alimentarios afectan a las áreas urbanas de bajos ingresos, pero también son un problema en muchas comunidades rurales. En estas áreas las distancias para llegar a los supermercados grandes pueden ser tan largas que los residentes se ven obligados a depender de las tiendas de conveniencia locales, que como ya hemos comentado, no suelen ofrecer productos frescos. Las comunidades rurales también se enfrentan al desafío de tener menos opciones de transporte, lo que hace aún más difícil que las personas puedan viajar a lugares donde los alimentos frescos están disponibles.
A esto hay que añadir que la falta de recursos económicos y la escasez de programas de asistencia alimentaria en algunas zonas rurales empeoran la situación, ya que las políticas públicas en estas áreas, tienden a centrarse más en la seguridad alimentaria a corto plazo que en la construcción de un sistema alimentario sostenible y saludable a largo plazo.
Soluciones para combatir los desiertos alimentarios
Para combatir los desiertos alimentarios se necesita llevar a cabo una acción colectiva entre los gobiernos, las organizaciones de salud, las empresas y las propias comunidades que están afectadas. Entre las estrategias más efectivas se destaca la incentivación de la apertura de supermercados y mercados locales en las áreas afectadas, proporcionando ayudas económicas para que los negocios puedan ofrecer alimentos frescos a precios accesibles.
Aumentar la educación alimentaria para que las personas comprendan la importancia de una dieta equilibrada y conozcan cómo tomar decisiones informadas, incluso en un entorno con acceso limitado a los productos frescos. Implementar subvenciones a los alimentos frescos y saludables para que las personas con bajos ingresos puedan tener acceso a ellos. Promover iniciativas comunitarias como, por ejemplo, los huertos urbanos, los mercados de agricultores locales y las cooperativas alimentarias, que brinden acceso a productos frescos de forma directa y asequible. Mejorar el acceso al transporte público para que las personas puedan acceder con facilidad a los mercados y supermercados donde se comercializan los alimentos frescos.
Como se apunta en el informe de la FAO, abordar el problema de los desiertos alimentarios requiere un enfoque integral que incluya políticas públicas efectivas, la colaboración entre diversos actores y el compromiso de las comunidades para mejorar la disponibilidad y accesibilidad de los alimentos saludables.
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